domingo, 13 de febrero de 2011

Ponencia de Don Manuel Arsenio Ureña

Ponencia de Don Manuel Arsenio Ureña
Presidente, Manuel Arsenio Ureña C. x A.

Almuerzo-Diálogo Acción Callejera - Fundación Educativa, Inc.
“Impacto de la Inversión Social en el Desarrollo Económico”
Salón Maguá, Hotel Gran Almirante
Santiago, República Dominicana
Septiembre 13 del 2007


Inicio agradeciendo a doña Milagros Féliz y a Manuel Ulises Bonnelly, Presidenta y Vicepresidente de Acción Callejera, respectivamente, el honor de invitarme a esta mesa redonda sobre la inversión social y el desarrollo, junto a tan distinguidos expositores. Hago extensivo este agradecimiento al Comité Provincial de Santiago de la Cámara Americana de Comercio, co-patrocinadores de este encuentro.

Debo aclarar de entrada que no soy un académico, ni mucho menos un experto en el tema. Creo que a doña Milagros se le ocurrió la idea de invitarme por la trayectoria que nuestras empresas y mi familia han tenido ayudando causas nobles. Lo que mencione aquí, es sacado de las vivencias y de las ideas que han guiado nuestra práctica social en todos estos años.

Los organizadores de la mesa redonda han sugerido que toque cinco temas, dentro de los 15 minutos que me han asignado. Permítanme enumerarlos:

1. La importancia de la inversión social en el desarrollo económico.
2. ¿Qué ha significado para nosotros la inversión social?
3. ¿Qué nos ha motivado a invertir socialmente?
4. ¿Se necesita mucho dinero para invertir socialmente?
5. Una exhortación a los empresarios a invertir socialmente

El primero y el último de los temas los trataré aparte, y los demás de manera conjunta.

Inversión social y desarrollo

Hablar sobre la importancia de la inversión social para el desarrollo económico, es como llover sobre mojado. El tema se ha debatido tanto, que ya nadie cuestiona la afirmación de que sin inversión social, no puede haber desarrollo.

La inversión social tiene que ver básicamente con el desarrollo del capital humano, y creo que nadie discute que un país no puede desenvolverse, ni económica ni socialmente, sin capital humano.

El capital humano atrae las inversiones, y las inversiones son el motor del desarrollo económico. Si hay capital humano, casi todo lo demás vendrá por añadidura.

Hay ejemplos de sobra sobre la diferencia que hace el capital humano. Siempre se cita a Japón como un país relativamente pequeño y sobrepoblado, con extrema escasez de recursos naturales, que es hoy la segunda potencia económica del mundo. La razón obvia de este desarrollo es su capital humano.

Los técnicos dicen que el capital humano se refiere al nivel de educación de la gente de un país, a la calidad de la educación y al nivel de salud, incluyendo, por supuesto, estar bien nutrido.

Tal vez cuando Japón logró los niveles de desarrollo que sacó a sus habitantes de la pobreza, era más fácil hacerlo que ahora. En este mundo globalizado, la diferencia entre avanzar y quedarse atrás es la competitividad, y ningún país puede ser competitivo sin capital humano. Es el comportamiento de sus habitantes y la productividad lo que hace grande a los países, y ambas cosas dependen de la educación y de la salud.

La inversión social la entendemos como lo que se invierte en desarrollar el capital humano; es decir, en educación y salud de calidad, básicamente.

Otra manera de mirar la relación entre el desarrollo y la inversión social, es la necesidad de un clima adecuado para los negocios, y los mismos podrán atraer y asegurar las inversiones que motorizan el desarrollo. Este “clima adecuado” no se refiere sólo a los asuntos legales, sino también a la seguridad ciudadana.

No hay muchos que se arriesgan a invertir donde la violencia se vuelve el pan de cada día. La exclusión social, como dicen los técnicos, para referirse a la falta de acceso a los servicios de educación, salud, justicia y a los procesos económicos y democráticos, es en definitiva un caldo de cultivo para la violencia. La inversión social para incluir a los excluidos, es una inversión en crear el clima adecuado para los capitales que crean riquezas y empleos.

El Seguro Familiar de Salud es un paso gigante, en el esfuerzo por crear las condiciones para el desarrollo del capital humano. Debemos esperar que funcione de la mejor manera posible, y estamos obligados a cooperar para que así sea.

También debe citarse como esfuerzo meritorio, la tarea que se ha emprendido desde la Presidencia de la República para incorporar a los jóvenes en lo que los técnicos llaman “la era digital”. Dominar este aspecto es hoy día un requisito imprescindible para que, como país, podamos ser competitivos en este mundo globalizado.

Pero también debemos admitir que aún queda un largo camino para mejorar la educación pública, para que pueda ayudar a sacar a los pobres de la pobreza. A pesar de que la República Dominicana ha avanzado en tantos aspectos en las últimas décadas, nos queda la sensación de que como país, no hemos hecho la tarea de mejorar la educación lo suficiente. Esto es un desafío para nuestros líderes y para nosotros los ciudadanos.

Algún día será necesario declarar al país en una especie de estado de emergencia, e invertir la mayoría de nuestros recursos y esfuerzos en rescatar la educación, apoyando a los alumnos, maestros y padres, con el fin de mejorar la educación y así responder a la necesidad de formar ciudadanos, para avanzar en un mundo globalizado y competitivo.

Aquí quisiera ir más allá de lo que dicen los técnicos y referirme a un aspecto, que a mi parecer, no se le presta la atención que merece. Me refiero al rescate de la autoridad de la familia. Si la familia no asume la responsabilidad de criar a sus hijos como es debido, se puede hacer la mejor inversión en la educación y poco cambiará. Da pena que una cantidad tan grande de familias, no tengan los medios ni la educación para cumplir con la tarea de formar a sus hijos. También hay muchos que en la práctica, ni siquiera tienen una familia ni mala ni buena. Un ejemplo son los niños en la calle y de la calle, con los cuales trabajan esos héroes casi anónimos como doña Milagros y su equipo. La inversión social tiene que apoyar instituciones y programas que se ocupen de la familia como la base de la sociedad.

Tal vez no estaría demás repetir, para cerrar este punto, que con baja inversión social, nunca podremos desarrollarnos y superar nuestros niveles actuales de pobreza material y no material.

Ahora paso a los tres puntos siguientes de la lista sugerida:

¿Qué ha significado para nosotros la inversión social?
¿Qué nos motivó a invertir socialmente?
¿Se necesita mucho dinero para invertir socialmente?

De partida, nosotros pensamos en la inversión social como el arma principal en el combate a la pobreza, que no es sólo pobreza de falta de ingresos, sino también es pobreza de falta de educación y de conocimientos.

Somos firmes creyentes en el principio de que la pobreza nos perjudica a todos. En cierto modo, la pobreza nos empobrece a todos.

Combatir la pobreza es un deber. Pero no es sólo una cuestión moral; también es un asunto con sentido práctico. Creemos, con muy poco temor a equivocarnos, que la solución de la pobreza, a través de la inversión social, es un buen negocio para todos. Mientras menos pobreza exista, más prosperan los negocios y más sentido tendrán las inversiones, y podremos disfrutar en paz de los bienes que con nuestro trabajo, hayamos adquirido.

En nuestro caso, el sentido práctico de combatir la pobreza ha estado claro, pero también ha primado la parte moral y la creencia en que hay algo más allá de este mundo.

La naturaleza y la sociedad nos han dotado de recursos productivos, que con nuestro trabajo, nos permiten crear riquezas. Compartir parte de las riquezas que creamos como empresarios, lo vemos como una obligación moral sin excusas.

Nosotros también creemos que estas oportunidades que aprovechamos para crear riquezas con nuestro esfuerzo, son un regalo de la Divina Providencia, y como tal, las riquezas que creamos tienen como fin beneficiar con oportunidades a los que no las tienen.

Por rutina, tendemos a pensar que la inversión social es una tarea del Gobierno. El gobierno es el principal responsable de la inversión social; pero el segundo lugar en responsabilidad, lo ocupamos nosotros los empresarios.

En una oportunidad anterior, nos tocó referirnos a un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que mencionaba la persistencia de la pobreza en la República Dominicana, y expresaba a la vez, la preocupación por el bajo nivel de responsabilidad social que asumen los empresarios dominicanos.

Es seguro que aún hacemos muy poco, pero también es cierto que los ejemplos de responsabilidad social de empresas y empresarios dominicanos abundan. No obstante, podemos y debemos hacer mucho más.

El consorcio Manuel Arsenio Ureña, el cual presido, ha tratado, sin proponérselo, de ser ejemplo en el campo de la responsabilidad social. Y en cierto modo, hemos demostrado que es posible cumplir con esta responsabilidad moral, independientemente del tamaño de la empresa.

Siempre nos toca aclarar, para los que no nos conocen, que somos un consorcio mediano que no puede, de ninguna manera, igualarse a las grandes empresas del país. Es un conjunto de empresas que partió de la nada, aprovechando las libertades públicas de que hemos disfrutado en el país en las últimas décadas; y aprovechando también, el trabajo incansable de toda la familia y la austeridad personal.

Aún siendo relativamente pequeños, sentimos que hemos contribuido a fundar un futuro mejor para muchos de nuestros ciudadanos más necesitados, y con esto, creemos que estamos aportando un puñado de arena a la construcción de un país más próspero.

Lo hemos hecho, desde los inicios difíciles cuando partimos de la nada, hasta hoy en día, cuando ya somos un conjunto de empresas reconocidas. Por eso, afirmamos que el tamaño no es excusa; siempre se puede y se debe cumplir con la responsabilidad social que nos corresponde.

El cumplimiento de la responsabilidad social ya se ha hecho tradición en nuestra familia. Nosotros hemos financiado la alfabetización de grupos y de municipios enteros, tanto en nuestra región, como el sur del país. Financiamos también, jóvenes meritorios, incluyendo haitianos, cuya pobreza no les permitía seguir estudios universitarios.

Hemos comprado tierras, y en ellas hemos asentados familias en extrema pobreza, que trabajando esas tierras han salido adelante. También nuestras empresas han contribuido más allá de las posibilidades a la reforestación del país, y no hemos escatimado esfuerzos para crear empleos productivos, entre otras múltiples causas que ayudamos.

Por otro lado, también le prestamos nuestro tiempo y capacidad gerencial a instituciones sin fines de lucro, las cuales están haciendo un trabajo encomiable a favor del desarrollo social del país.

No lo hemos hecho para que nos reconozcan. Lo hemos hecho por nuestra creencia de que este país es de nosotros. Aquí nacimos, crecimos, hemos levantado nuestras empresas, hemos criado a nuestros hijos y aquí estamos criando a nuestros nietos.

Cuando invertimos socialmente, pensamos que estamos devolviendo a la sociedad una parte de lo que nos ha dado. Por otro lado, produce muchas satisfacciones personales saber que una persona que no leía, ya lee, que un joven se ha graduado de ingeniero, que una loma está cubierta de árboles y que una familia pobre se convierte en productora y supera la pobreza.

Para asegurar que esta tradición familiar perdure, mi familia acaba de formar una fundación con un patrimonio y unos reglamentos que aseguran la continuidad a los aportes antes mencionados.

Una exhortación a los empresarios

Debo repetir la afirmación de que eliminar la pobreza es un buen negocio para todos. Creemos que contribuye a ampliar el mercado y a crear un ambiente de mayor seguridad, aparte de que debe ser un deber moral.

La inversión social para construir un país con mejor capital humano, no puede ser una tarea sólo del gobierno. Nosotros los empresarios, también debemos asumir nuestro compromiso social.

Una forma que facilita el cumplimiento de este deber, es apoyar a las organizaciones voluntarias que día a día luchan por construir un país mejor, trabajando con los grupos más marginados de nuestra sociedad.

En las últimas décadas, en nuestro país ha surgido una larga lista de organizaciones voluntarias. Algunas más formales, como las ONG´s, y otras menos formales como las Juntas de Vecinos. Como todo en la vida, no todas estas organizaciones son defendibles, pero la mayoría hacen un trabajo heroico a favor de la gente más necesitada.

Santiago es un ejemplo de buenas organizaciones voluntarias. Entres estas, quiero mencionar otra vez a Acción Callejera, que se ocupa de los niños en la calle y de la calle, tratando de rescatarlos de los riesgos a que están expuestos viviendo sin hogar, sin alimentos y sin familia. Y que decir del trabajo que hacen las iglesias con los jóvenes y con la educación, incluyendo la capacitación en oficios. Estas organizaciones, generalmente trabajan con muchas precariedades, haciendo un trabajo del que nadie más se ocupa, con personal voluntario o pagado muy por debajo de sus habilidades.

Si tuvieran recursos, es mucho lo que esas organizaciones pueden contribuir, en la línea de hacer efectiva y eficiente la inversión social.

Ayudar a estas organizaciones es una oportunidad muy buena para que nosotros los empresarios, ejerzamos parte de nuestra responsabilidad social. Nuestra experiencia con estas organizaciones, es que cada semilla sembrada cae siempre en buena tierra, y como tal, da el ciento por uno.

Creo no equivocarme si digo que en Santiago y en el país, hay suficiente riqueza que compartir, apoyando a esas organizaciones para que puedan desenvolverse a plena capacidad, a favor del desarrollo social de nuestro pueblo.

También cabe pensar en la posibilidad de que se negocien alianzas entre estas organizaciones voluntarias, el Sector Privado y el Gobierno, para realizar inversiones sociales. El gobierno podría muy bien asignar contrapartidas a cada peso que done un empresario, para estas causas que promueven el desarrollo social. Estas negociaciones deben ser lideradas por los propios empresarios que tienen las conexiones necesarias para hacerlo.

Quiero concluir resumiendo, que sin inversión social adecuada, principalmente en educación, salud y en apoyo a las familias, no habrá desarrollo del capital humano, y sin desarrollo del capital humano, le podemos decir adiós a las esperanzas de que en este país podamos vivir en paz y sin extrema pobreza.

La inversión social no es una responsabilidad exclusiva de los gobiernos; es también una responsabilidad de las empresas y de los empresarios, no sólo por el lado moral, sino también, porque la solución de la pobreza es un buen negocio para todos.

MUCHAS GRACIAS
Septiembre del 2007

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