Intervención Lic. Enmanuel Castillo
Reconocido sociólogo y Director
de La Información
Almuerzo Diálogo Acción Callejera-Fundación Educativa, Inc.,
"Inversión Social: Garantía de Desarrollo"
Salón Maguá, Hotel Gran
Almirante
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana
Mayo 17 de 2011
La Acción
Callejera cada año nos convoca a este dialogo-almuerzo para tratar temas
relevantes vinculados con los graves problemas sociales que están presentes en
la vida nacional. La motivación de este encuentro viene dada por el objetivo que le ha dado razón de ser a esta importante
entidad, tal como es el poner en práctica un modelo de respuesta
efectiva y humana frente al sensible y revelador problema de los niños abandonados o niños
callejeros.
Ciertamente
a medida que el país avanza en su transición hacia la “modernidad y el
progreso”, se van levantando las obras materiales que momentáneamente
deslumbran a cualquier observador entusiasta del progreso.
Paralelamente a esas imágenes del progreso, germinan los signos de un
subdesarrollo desequilibrado, cuyos efectos perceptibles giran en torno a la
pobreza y la ignorancia, rasgos que caracterizan a buena parte del pueblo
dominicano.
Uno de esos
signos de la pobreza y la
ignorancia son los niños callejeros, los cuales constituyen un claro y vivo
ejemplo del atraso, vistos especialmente
desde la óptica del desarrollo humano. Este problema de los niños callejeros, proviene de la nueva
realidad de la familia, especialmente en los barrios urbanos
marginados, donde ha quedado atrás la tradicional familia extendida, la cual, junto al buen y sólido vecindario de antes, servía de espacio protector y
socializador de una niñez, pobre o rica, pero protegida, orientada y controlada.
Con
la modernidad el niño callejero nace y
se forma en el contexto de lo que se ha dado en llamar la “no familia o las familias
destrianguladas”, donde o falta la madre
o el padre o faltan ambos, pero que, además, se acompaña, esta vez, de un vecindario menos acogedor y más anónimo que
también ha ido perdiendo el sentido de
la solidaridad. En esos espacios los niños y adolescentes forman
su personalidad, de forma anómica,
descontrolada y desorientada, con la cual se tiran a la calle para
improvisar en ella su modo y medio de vida.
De
esa forma los niños de la calle se entrenan para la reproducción de la pobreza,
al tiempo que aprenden a querer consumir como lo señala el paradigma del mundo
de la riqueza. Se trata de una pauta
asincrónica que no sólo afecta a los niños callejeros, sino al nuevo hombre
pobre, adolescente, joven y adulto, tanto de las zonas urbanas como de las rurales, por carecer de
oportunidades y capacidades que el progreso no les ofrece para su
desarrollo humano.
La
falta de oportunidades se asocia a la falta de capacidades, condiciones que hacen de los niños
abandonados víctimas del círculo vicioso que reproduce la pobreza, tal como lo
ha presentado el PNUD en sus informes sobre el Desarrollo Humano, tanto en nuestro país como en
los demás países del mundo.
El desafío de la pobreza
Ese
cuadro de la realidad, en particular de los niños callejeros, plantea un desafío a nivel de políticas sociales, de cara a
promover un desarrollo social que les ofrezca
las condiciones de igualdad de oportunidades y capacidades que les permitan su desarrollo.
Ese
desafío plantea dos estrategias: la estrategia de los proyectos específicos o
particulares para recuperarlos de la
pobreza; y la estrategia de la
planificación del desarrollo más general y sistémica, tal como lo visualizara
el reverendo José Luis Alemán.
·
El enfoque de proyectos
El
primer plano se da a nivel de las políticas sociales vistas como instrumentos
específicos para reducir la pobreza y sus efectos. En este plano de lo concreto
y fragmentario, los proyectos de combate a la pobreza pueden ser relativamente exitosos, si se definen y se implantan bien los
instrumentos y si se logran acopiar los recursos públicos y privados,
nacionales e internacionales, que los hagan factibles y eficaces. Tal es el caso de Acción Callejera,
institución que se ha proyectado como una iniciativa privada valiosa, pese al
poco apoyo recibido del sector público.
·
La planificación del desarrollo
En el otro plano, las políticas para combatir la pobreza,
pueden concebirse y aplicarse como expresiones del principio de la igualdad de
oportunidades y capacidades, lo que
supone una estrategia global para impulsar el desarrollo, entendiendo éste como crecimiento económico sostenible o como
desarrollo humano, tal como lo concibe el PNUD. En cualquier caso, el
desarrollo supone un proceso de crecimiento económico capaz de arrastrar a toda
la fuerza de trabajo de una nación, integrándola de forma cohesionada en la
división social del trabajo moderno, de lo que se derivan condiciones de vida
productivas y dignas para los individuos.
Entendido
así, el desarrollo supone la existencia de las siguientes condiciones: un desarrollo
social y político igualitario y universal; el progreso técnico continuo que da lugar al crecimiento económico
progresivo y acumulativo; una sociedad
integrada y cohesionada; y un desarrollo
del individuo para su emancipación y realización, tal como lo ve la sociología
del pensamiento crítico latinoamericano que impulsa desde Costa Rica, el
pensador alemán Franz Hinkelammert.
Estas
condiciones del desarrollo se observan como aproximaciones en los llamados
países desarrollados y se plantean como ideales paradigmáticos para el resto de
los países del tercer mundo, luego que los primeros pasaran por las diferentes
fases que ha trazado la evolución del sistema económico capitalista.
Fase capitalista neoliberal
En
la fase actual de la globalización neoliberal, surgida después del fracaso del
modelo socialista que intentó superar al capitalismo como respuesta económica alternativa
para el desarrollo de los países
atrasados, el mercado se ha concebido como la institucionalidad central para
dinamizar la economía y desarrollar a toda la sociedad. De aquí que el libre mercado,
la privatización y el dinero, constituyen la institucionalidad que asegura el
desarrollo y la liberación del género humano. Por eso el Estado debe quedar
reducido a su mínima intervención, limitándose a garantizar la seguridad
jurídica a los agentes económicos, así como
los derechos humanos, tal como lo concibe la teoría neoliberal.
El llamado consenso de Washington con todas
sus propuestas, redujo el rol del Estado a un simple regulador policial del
orden social, al tiempo de enfatizar el rol central del Mercado libre como institucionalidad total, a
la cual debe subordinarse toda la especie humana. Todo acto humano es mercancía
que el mercado aprecia a través del dinero. Y el dinero se convierte en el eje
motivador y medidor de todo tipo de realización humana y de los recursos
naturales.
Dominado
el mundo por esta visión del desarrollo, ya sabemos la crisis que ha provocado en el capitalismo globalizado, crisis que se
ha manifestado en diversas zonas del mundo, incluyendo a los propios países que
auspician el neoliberalismo, como son los EE.UU. y los de la Unión Europea. Estos países han sido
víctimas de los artilugios financieros que el libre mercado ha sido capaz de
crear, haciendo que los agentes
económicos cayeron de forma natural en la avaricia excluyente. La consecuencia
de esa lógica del desarrollo fue la destrucción del equilibrio macroeconómico,
cuya recuperación tuvo que contar de la intervención salvadora del Estado.
El neoliberalismo dominicano
En
nuestro país esta visión neoliberal del desarrollo también ha surtido sus
efectos, especialmente a partir del 1996 cuando se instaura como política
pública, creando el espejismo del
“progreso y la modernización”, pero agravando la pobreza y la ineficiencia del
Estado como impulsor del desarrollo y como ofertante de servicios públicos a la
población.
Estos
efectos de la política neoliberal han sido señalados por diversos sectores,
populares, profesionales, institucionales y empresariales, cuando analizan las barreras que impiden el desarrollo competitivo del país.
El
análisis de esas barreras nos lleva a destacar los siguientes elementos que
definen la problemática del subdesarrollo nacional:
·
Barreras contra la competitividad
Esas
barreras son entre otras: el ineficiente y costoso sistema energético; el
también costoso transporte pesado monopolizado; el inflexible código laboral
que perjudica al empresario y al trabajador simultáneamente; la pesada carga
tributaria; la falta de recursos humanos
de alto rendimiento a nivel técnico y profesional; y las normas prudenciales
monetarias cuya reglamentación aleja el financiamiento de las actividades
productivas, especialmente en los sectores industrial y agropecuario.
·
El modelo económico
A esas barreras se les han unido
complicaciones derivadas de la obligada apertura de los mercados globales
propiciada por los tratados de libre comercio implementados por el nuevo orden
mundial. Entre estas complicaciones sobresale la reorientación del modelo
económico, el cual pasa a estimular el
consumo y una economía de servicios que soslaya y abandona la producción. El
impacto inmediato de este nuevo énfasis de la política económica es un altísimo
aumento de las importaciones, las cuales se fomentan por medios lícitos e
ilícitos, que a su vez provocan la desarticulación de los sectores productivos
más vulnerables. De ese modo, se rompe a lo interno la cadena del valor
agregado en múltiples renglones de la producción, reduciendo la capacidad de la
economía para aumentar las exportaciones, la generación de divisas y la
creación de empleos formales de calidad. La economía se revela poco competitiva
frente a los sectores productivos de los países de la región.
Dado
el debilitamiento en la generación de divisas, se produce un déficit progresivo
en la balanza comercial que obliga al endeudamiento, intentándose por esa vía
solventar la situación con dinero ajeno, al tiempo que se promueve y se
busca la inversión extranjera en
condiciones regularmente onerosas para el país, la que a su vez da lugar al
surgimiento de estructuras multinacionales de poder fáctico que se integran
como pesadas rémoras que obstaculizan la solución de los graves problemas, tal
como ha sucedido, por ejemplo, en el caso de la privatización del sector
eléctrico.
·
Estrategia de la gobernabilidad
El
nuevo modelo económico se evidencia, así, como insostenible, el cual se agrava
aún más por efecto de la estrategia política para la gobernabilidad, la que se
asume en el marco de una democracia electoral desregulada, pero pautada de
acuerdo a la tradición patrimonialista y personalista de corte caudillista y
oligárquica. Esta política para la gobernabilidad, impone la necesidad de desviar
enormes cantidades de recursos monetarios para financiar la lucha por el poder
y la conquista del voto.
Los
efectos nocivos de esta estrategia del modelo político, por su parte, refuerzan
la debilidad del modelo económico: se desatan el clientelismo y la consecuente
hipertrofia disfuncional del Estado, que consumen gran parte del presupuesto
nacional; y se crea la necesidad de la apropiación de recursos públicos para
financiar la política, mediante el uso de procedimientos corrompidos y
violatorios del marco jurídico y moral, aprovechándose para ello las
oportunidades que abren la autorización de certificados de importación, la
contratación de compras y obras del Estado grado a grado y el endeudamiento
externo, entre otros mecanismos de gestión pública.
Esos
mecanismos, a su vez, introducen otros efectos negativos al modelo resultante:
la hiperinflación de los presupuestos de obras y compras públicas; la
competencia desleal ejercida por los grupos económicos favorecidos por el grupo
gobernante en contra de las sectores productivos; y el mal uso de los recursos
presupuestales destinados principalmente a gastos corrientes, servicio de la
deuda y para los subsidios generados por la ineficiencia intrínseca del modelo.
Estos subsidios luego operan como pesadas cargas que acogotan el país y que
reducen al mínimo la inversión neta de capital.
En
esas condiciones el crecimiento de la economía no sólo es artificial, sino que básicamente
favorece la concentración de la riqueza y el ahondamiento de la pobreza y las desigualdades sociales.
Bajo
esa lógica del desarrollo se producen como consecuencias otros efectos reveladores
de la pérdida del rol del Estado para promover el desarrollo. Entre estos
efectos se destacan:
· La debilidad institucional que corroe la organicidad del Estado, donde se pierde
el sentido de la autoridad.
· La
rebelión contra la ley y la constitucionalidad que son violadas por ciudadanos y funcionarios del Estado.
·
La
proliferación de la economía ilegal y el narcotráfico.
·
La
delincuencia y la criminalidad, consecuencia de la impunidad.
·
La
inseguridad y la indefensión ciudadana.
· La
descomposición social y familiar que tienen lugar en una economía de escasa capacidad de integración digna y decorosa
de la fuerza laboral.
·
La
pérdida de los valores y de las normas
reguladoras de la conducta y su
sustitución por el dinero como criterio
central de valoración.
La pérdida del sentido del desarrollo
Dos
efectos cruciales tienen lugar como consecuencias de ese modelo económico y
político: En primer lugar, el inagotable apetito fiscal para financiar el costo
de los negocios de la política y de la llamada gobernabilidad; y el segundo, la
pérdida del sentido de las prioridades para el desarrollo y el Bien Común.
La desconexión
del Estado de una verdadera teoría del desarrollo, provoca que las políticas
públicas, también se desconecten de la necesidad de promover las fuerzas
productivas, por lo cual la producción no se asume como la vía para superar el
rumbo equivocado que le imprime al país el modelo económico-político neoliberal.
El déficit fiscal y el endeudamiento se
hacen, así, sistémicos y recurrentes. El
país marcha hacia su inviabilidad financiera.
Necesidad del cambio de modelo
Así llegamos a la conclusión de que en el
país se impone la necesidad del cambio,
no sólo político para sustentar la gobernabilidad sobre otras bases, sino
económico, para crear las condiciones que impulsen la producción nacional, de
modo que la nación pueda echar las bases para un desarrollo que arrastre a toda
la fuerza laboral y la integre a una
división del trabajo cohesionadora, que a su vez permita la generación
de condiciones para una vida productiva y digna, tal como lo sugiere la teoría
del desarrollo humano.
En
una estrategia de este tipo no se puede dejar el proceso sólo al mercado y la
iniciativa privada. Es imprescindible la presencia impulsora y reguladora del
Estado, ahora en un rol determinante y vigoroso, asumiendo las políticas
públicas que estimulen la iniciativa privada para inducirla hacia la producción
competitiva, capaz de insertar al país en los mercados internacionales de
manera efectiva y provechosa. En este orden se hace imperativa una
reorientación del gasto público, bajo una ecuación presupuestaria que priorice el financiamiento
para la competitividad y la formación de los recursos humanos técnicos y
especializados, fortaleciendo la inversión social para el desarrollo.
Sólo
así, en una estrategia desarrollista donde Mercado-Empresa-Estado optimicen sus
capacidades, los esfuerzos específicos para abordar la pobreza, como el que lleva
a cabo Acción Callejera, podrán insertarse eficientemente en una teoría marco
del desarrollo nacional. De esa manera, también, iniciativas como la de Acción
Callejera podrán lograr ampararse bajo un contexto desarrollista que promueva
una relación complementaria entre la iniciativa privada y la pública, mediante
políticas públicas de carácter social, tomadas, además, de acuerdo al principio
ético de la subsidiaridad, para de ese modo acometer propósitos tan nobles y
necesarios, como el de combatir la pobreza en el mundo de la niñez abandonada.
¡Mantengamos,
pues, la esperanza en alto!
Muchas
gracias.
Santiago,
RD.
17
de Mayo, 2011
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