sábado, 21 de julio de 2012

Ponencia Lic. Enmanuel Castillo


Intervención Lic. Enmanuel Castillo
Reconocido sociólogo y Director de La Información

Almuerzo Diálogo Acción Callejera-Fundación Educativa, Inc.,
"Inversión Social: Garantía de Desarrollo"
Salón Maguá, Hotel Gran Almirante
Santiago de los Caballeros, República Dominicana
Mayo 17 de 2011
                        
La Acción Callejera cada año nos convoca a este dialogo-almuerzo para tratar temas relevantes vinculados con los graves problemas sociales que están presentes en la vida nacional. La motivación de este encuentro viene dada por el objetivo  que le ha dado razón de ser a esta importante entidad, tal como  es el  poner en práctica un modelo de respuesta efectiva y humana frente al sensible y revelador  problema de los niños abandonados o niños callejeros.   

Ciertamente a medida que el país avanza en su transición hacia la “modernidad y el progreso”, se van levantando las obras materiales que momentáneamente deslumbran a cualquier observador entusiasta  del progreso.  Paralelamente a esas imágenes del progreso, germinan los signos de un subdesarrollo desequilibrado, cuyos  efectos perceptibles giran en torno a la pobreza y la ignorancia, rasgos que  caracterizan a buena parte del pueblo dominicano.    

Uno  de esos  signos de la pobreza y  la ignorancia son los niños callejeros, los cuales constituyen un claro y vivo ejemplo del atraso, vistos  especialmente desde la óptica del desarrollo humano. Este problema  de los niños callejeros, proviene de la nueva realidad  de la familia, especialmente en los barrios urbanos marginados, donde ha quedado atrás la tradicional familia extendida, la cual,  junto al buen y sólido vecindario  de antes, servía de espacio protector y socializador de una niñez, pobre o rica, pero protegida, orientada y controlada.

Con la modernidad el niño callejero  nace y se forma en el contexto de lo que se ha dado en llamar la “no familia o las familias destrianguladas”,  donde o falta la madre o el padre o faltan ambos,  pero  que, además,  se acompaña, esta vez,  de un vecindario menos acogedor y más anónimo que también ha ido perdiendo  el sentido de la solidaridad.  En esos  espacios los  niños y adolescentes   forman  su personalidad, de forma anómica,  descontrolada y desorientada, con la cual se tiran a la calle para improvisar en ella su modo y medio de vida.
De esa forma los niños de la calle se entrenan para la reproducción de la pobreza, al tiempo que aprenden a  querer  consumir como lo señala el paradigma del mundo de la riqueza.  Se trata de una pauta asincrónica que no sólo afecta a los niños callejeros, sino al nuevo hombre pobre, adolescente, joven y adulto, tanto de las zonas  urbanas como de las rurales, por carecer de oportunidades  y capacidades  que el progreso no les ofrece para su desarrollo humano.   

La falta de oportunidades   se asocia a la falta de capacidades,  condiciones que hacen de los niños abandonados víctimas del círculo vicioso que reproduce la pobreza, tal como lo ha presentado el PNUD en sus informes sobre el  Desarrollo Humano, tanto en nuestro país como en los demás países del mundo.  

El desafío de la pobreza
Ese cuadro de la realidad, en particular de los niños callejeros, plantea un desafío  a nivel de políticas sociales, de cara a promover un desarrollo social que les ofrezca  las condiciones de igualdad de oportunidades  y capacidades que les permitan su desarrollo.    
Ese desafío plantea dos estrategias: la estrategia de los proyectos específicos o particulares para recuperarlos  de la pobreza; y la estrategia  de la planificación del desarrollo más general y sistémica, tal como lo visualizara el reverendo José Luis Alemán.  

·         El enfoque de proyectos
El primer plano se da a nivel de las políticas sociales vistas como instrumentos específicos para reducir la pobreza y sus efectos. En este plano de lo concreto y fragmentario, los proyectos de combate a la pobreza  pueden ser relativamente exitosos,  si se definen y se implantan bien los instrumentos y si se logran acopiar los recursos públicos y privados, nacionales e internacionales, que los hagan factibles y eficaces.  Tal es el caso de Acción Callejera, institución que se ha proyectado como una iniciativa privada valiosa, pese al poco apoyo recibido del sector público.

·         La planificación del desarrollo
En  el otro plano, las políticas para combatir la pobreza, pueden concebirse y aplicarse como expresiones del principio de la igualdad de oportunidades  y capacidades, lo que supone una estrategia global para impulsar el desarrollo, entendiendo éste  como crecimiento económico sostenible o como desarrollo humano, tal como lo concibe el PNUD. En cualquier caso, el desarrollo supone un proceso de crecimiento económico capaz de arrastrar a toda la fuerza de trabajo de una nación, integrándola de forma cohesionada en la división social del trabajo moderno, de lo que se derivan condiciones de vida productivas y dignas para los individuos.
Entendido así, el desarrollo supone la existencia de las siguientes condiciones: un desarrollo social y político igualitario y universal;  el progreso técnico continuo  que da lugar al crecimiento económico progresivo y acumulativo;  una sociedad integrada y cohesionada;  y un desarrollo del individuo para su emancipación y realización, tal como lo ve la sociología del pensamiento crítico latinoamericano que impulsa desde Costa Rica, el pensador alemán Franz Hinkelammert.

Estas condiciones del desarrollo se observan como aproximaciones en los llamados países desarrollados y se plantean como ideales paradigmáticos para el resto de los países del tercer mundo, luego que los primeros pasaran por las diferentes fases que ha trazado la evolución del sistema económico capitalista.  

Fase capitalista neoliberal
En la fase actual de la globalización neoliberal, surgida después del fracaso del modelo socialista que intentó superar al capitalismo como respuesta económica alternativa para el desarrollo de  los países atrasados, el mercado se ha concebido como la institucionalidad central para dinamizar la economía y desarrollar a toda la sociedad. De aquí que el libre mercado, la privatización y el dinero, constituyen la institucionalidad que asegura el desarrollo y la liberación del género humano. Por eso el Estado debe quedar reducido a su mínima intervención, limitándose a garantizar la seguridad jurídica a los agentes económicos, así como  los derechos humanos, tal como lo concibe la teoría neoliberal.      

 El llamado consenso de Washington con todas sus propuestas, redujo el rol del Estado a un simple regulador policial del orden social, al tiempo de enfatizar el rol central del  Mercado libre como institucionalidad total, a la cual debe subordinarse toda la especie humana. Todo acto humano es mercancía que el mercado aprecia a través del dinero. Y el dinero se convierte en el eje motivador y medidor de todo tipo de realización humana y de los recursos naturales.

Dominado el mundo por esta visión del desarrollo, ya sabemos la  crisis que ha provocado  en el capitalismo globalizado, crisis que se ha manifestado en diversas zonas del mundo, incluyendo a los propios países que auspician el neoliberalismo, como son los EE.UU. y  los de la Unión Europea. Estos países han sido víctimas de los artilugios financieros que el libre mercado ha sido capaz de crear, haciendo que los agentes  económicos cayeron de forma natural en la avaricia excluyente. La consecuencia de esa lógica del desarrollo fue la destrucción del equilibrio macroeconómico, cuya recuperación tuvo que contar de la intervención  salvadora del Estado.    

El neoliberalismo dominicano
En nuestro país esta visión neoliberal del desarrollo también ha surtido sus efectos, especialmente a partir del 1996 cuando se instaura como política pública, creando el  espejismo del “progreso y la modernización”, pero agravando la pobreza y la ineficiencia del Estado como impulsor del desarrollo y como ofertante de servicios públicos a la población.
Estos efectos de la política neoliberal han sido señalados por diversos sectores, populares, profesionales, institucionales y empresariales, cuando  analizan las barreras  que impiden el desarrollo competitivo del país. 
   
El análisis de esas barreras nos lleva a destacar los siguientes elementos que definen la problemática del subdesarrollo nacional:

·         Barreras contra la competitividad
Esas barreras son entre otras: el ineficiente y costoso sistema energético; el también costoso transporte pesado monopolizado; el inflexible código laboral que perjudica al empresario y al trabajador simultáneamente; la pesada carga tributaria;  la falta de recursos humanos de alto rendimiento a nivel técnico y profesional; y las normas prudenciales monetarias cuya reglamentación aleja el financiamiento de las actividades productivas, especialmente en los sectores industrial y agropecuario. 

·         El  modelo económico
A esas barreras se les han unido complicaciones derivadas de la obligada apertura de los mercados globales propiciada por los tratados de libre comercio implementados por el nuevo orden mundial. Entre estas complicaciones sobresale la reorientación del modelo económico, el cual pasa a  estimular el consumo y una economía de servicios que soslaya y abandona la producción. El impacto inmediato de este nuevo énfasis de la política económica es un altísimo aumento de las importaciones, las cuales se fomentan por medios lícitos e ilícitos, que a su vez provocan la desarticulación de los sectores productivos más vulnerables. De ese modo, se rompe a lo interno la cadena del valor agregado en múltiples renglones de la producción, reduciendo la capacidad de la economía para aumentar las exportaciones, la generación de divisas y la creación de empleos formales de calidad. La economía se revela poco competitiva frente a los sectores productivos de los países de la región.   

Dado el debilitamiento en la generación de divisas, se produce un déficit progresivo en la balanza comercial que obliga al endeudamiento, intentándose por esa vía solventar la situación con dinero ajeno, al tiempo que se promueve y se busca  la inversión extranjera en condiciones regularmente onerosas para el país, la que a su vez da lugar al surgimiento de estructuras multinacionales de poder fáctico que se integran como pesadas rémoras que obstaculizan la solución de los graves problemas, tal como ha sucedido, por ejemplo, en el caso de la privatización del sector eléctrico.     

·         Estrategia de la gobernabilidad
El nuevo modelo económico se evidencia, así, como insostenible, el cual se agrava aún más por efecto de la estrategia política para la gobernabilidad, la que se asume en el marco de una democracia electoral desregulada, pero pautada de acuerdo a la tradición patrimonialista y personalista de corte caudillista y oligárquica. Esta política para la gobernabilidad, impone la necesidad de desviar enormes cantidades de recursos monetarios para financiar la lucha por el poder y la conquista del voto. 

Los efectos nocivos de esta estrategia del modelo político, por su parte, refuerzan la debilidad del modelo económico: se desatan el clientelismo y la consecuente hipertrofia disfuncional del Estado, que consumen gran parte del presupuesto nacional; y se crea la necesidad de la apropiación de recursos públicos para financiar la política, mediante el uso de procedimientos corrompidos y violatorios del marco jurídico y moral, aprovechándose para ello las oportunidades que abren la autorización de certificados de importación, la contratación de compras y obras del Estado grado a grado y el endeudamiento externo, entre otros mecanismos de gestión pública. 
 
Esos mecanismos, a su vez, introducen otros efectos negativos al modelo resultante: la hiperinflación de los presupuestos de obras y compras públicas; la competencia desleal ejercida por los grupos económicos favorecidos por el grupo gobernante en contra de las sectores productivos; y el mal uso de los recursos presupuestales destinados principalmente a gastos corrientes, servicio de la deuda y para los subsidios generados por la ineficiencia intrínseca del modelo. Estos subsidios luego operan como pesadas cargas que acogotan el país y que reducen al mínimo la inversión neta de capital.  
   
En esas condiciones el crecimiento de la economía no sólo es artificial, sino que básicamente favorece la concentración de la riqueza y el ahondamiento de  la pobreza y las desigualdades sociales.    

Bajo esa lógica del  desarrollo se producen  como consecuencias otros efectos reveladores de la pérdida del rol del Estado para promover el desarrollo. Entre estos efectos se destacan:  
·    La debilidad institucional que corroe la organicidad del Estado, donde se pierde el sentido de la autoridad.   
·     La rebelión contra la ley y la constitucionalidad que son violadas  por ciudadanos y funcionarios del Estado.    
·         La proliferación de la economía ilegal y el narcotráfico.   
·         La delincuencia y la criminalidad, consecuencia de la impunidad.     
·         La inseguridad y la indefensión ciudadana.       
·    La descomposición social y familiar que tienen lugar en una economía  de escasa capacidad de integración digna y decorosa  de la fuerza laboral.      
·         La pérdida de los valores  y de las normas reguladoras de la conducta  y su sustitución por  el dinero como criterio central de valoración. 
    
La pérdida del sentido del desarrollo
Dos efectos cruciales tienen lugar como consecuencias de ese modelo económico y político: En primer lugar, el inagotable apetito fiscal para financiar el costo de los negocios de la política y de la llamada gobernabilidad; y el segundo, la pérdida del sentido de las prioridades para el desarrollo y el Bien Común. 

La desconexión del Estado de una verdadera teoría del desarrollo, provoca que las políticas públicas, también se desconecten de la necesidad de promover las fuerzas productivas, por lo cual la producción no se asume como la vía para superar el rumbo equivocado que le imprime al país el modelo económico-político neoliberal. El déficit fiscal  y el endeudamiento se hacen, así, sistémicos y recurrentes.  El país marcha hacia su inviabilidad financiera. 

Necesidad del cambio de modelo
Así  llegamos a la conclusión de que en el país  se impone la necesidad del cambio, no sólo político para sustentar la gobernabilidad sobre otras bases, sino económico, para crear las condiciones que impulsen la producción nacional, de modo que la nación pueda echar las bases para un desarrollo que arrastre a toda la fuerza laboral y la integre a una  división del trabajo cohesionadora, que a su vez permita la generación de condiciones para una vida productiva y digna, tal como lo sugiere la teoría del desarrollo humano. 

En una estrategia de este tipo no se puede dejar el proceso sólo al mercado y la iniciativa privada. Es imprescindible la presencia impulsora y reguladora del Estado, ahora en un rol determinante y vigoroso, asumiendo las políticas públicas que estimulen la iniciativa privada para inducirla hacia la producción competitiva, capaz de insertar al país en los mercados internacionales de manera efectiva y provechosa. En este orden se hace imperativa una reorientación del gasto público, bajo una ecuación  presupuestaria que priorice el financiamiento para la competitividad y la formación de los recursos humanos técnicos y especializados, fortaleciendo la inversión social para el desarrollo.    
   
Sólo así, en una estrategia desarrollista donde Mercado-Empresa-Estado optimicen sus capacidades, los esfuerzos específicos para abordar la pobreza, como el que lleva a cabo Acción Callejera, podrán insertarse eficientemente en una teoría marco del desarrollo nacional. De esa manera, también, iniciativas como la de Acción Callejera podrán lograr ampararse bajo un contexto desarrollista que promueva una relación complementaria entre la iniciativa privada y la pública, mediante políticas públicas de carácter social, tomadas, además, de acuerdo al principio ético de la subsidiaridad, para de ese modo acometer propósitos tan nobles y necesarios, como el de combatir la pobreza en el mundo de la niñez abandonada. 
¡Mantengamos, pues, la esperanza en alto!
Muchas gracias.

Santiago, RD.
17 de Mayo, 2011





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